Los herederos de la
parapolítica y los líderes vinculados a nuevas ilegalidades lograron una
asombrosa representación: 70 congresistas.
Leon Valencia, 15 Marzo del 2014
Tuve grandes alegrías y tristezas profundas en estas elecciones. Claudia
López, mi compañera de batallas contra la influencia de las mafias y la
violencia en la política, llegó al Senado con una copiosa votación. La consulta
de la Alianza Verde obtuvo una inesperada lluvia de votos y Enrique Peñalosa es ahora candidato presidencial de este agrupamiento. Álvaro
Uribe no alcanzó la votación que esperaba para acabar con las negociaciones de
paz. Hasta ahí las satisfacciones.
No son menores las angustias. Los herederos de la parapolítica y los líderes
políticos vinculados a nuevas ilegalidades lograron una asombrosa
representación parlamentaria: 70 congresistas. La Unión Patriótica, con la cual
el país tiene una enorme deuda moral y un compromiso de reparación, no obtuvo
los votos suficientes para llegar al Congreso. Guillermo Rivera y Carmen
Palencia, que se la habían jugado en estos años por los derechos de las
víctimas, no recibieron el favor de los votantes para seguir en su lucha
memorable desde la tribuna parlamentaria. Es una verdadera tristeza.
Claudia López fue quien, husmeando la atipicidad de algunas votaciones,
descubrió la mano de los paramilitares en la elección de una multitud de
congresistas en las elecciones de 2002. Ahora llega al Congreso bajo el
paraguas de una votación atípica, la que le ha prodigado la opinión para
premiar su valentía. Es una ironía que me produjo una carcajada en la soledad
de mi apartamento en la noche del domingo.
Enrique Peñalosa soportó estoicamente todas las críticas, todas las
descalificaciones, todas las presiones, que le hicieron muchos de sus
copartidarios en las sucesivas reuniones. No querían darle el chance de ser el
candidato del Partido Verde con el argumento de que en el pasado se había
aliado con Uribe. Se aferró a la consulta interna aprobada por la asamblea de
los verdes en septiembre pasado. Se salió con la suya. La consulta resultó un
éxito por los más de 4 millones de votos que acumuló y Peñalosa terminó
postulado a la Presidencia por más de 2 millones de personas. Nadie arrancó
así. Los demás candidatos son hijos de convenciones políticas, dos de ellas
marcadas por trampas y virulentas disputas.
Tengo el pálpito de que no me equivoqué al sugerir en mis columnas a
Peñalosa como el mejor candidato de los verdes. Es, sin duda, el único que
puede ofrecerle una rivalidad decorosa y sorprendente a Santos y, además, en
las primeras declaraciones, después de su triunfo en la consulta, ha dicho con
toda claridad que no buscará ni realizará alianzas con partijas políticas y que
ratificará el equipo negociador del gobierno de Santos en el proceso de paz que
se adelanta en La Habana. Ha tomado así una distancia inocultable de Uribe y
sus fuerzas.
Otra vez he recibido una lluvia de críticas, de insultos, de amenazas,
por poner el ojo en la influencia en las elecciones de los jefes políticos que,
en años pasados, o ahora mismo, se aliaron con fuerzas ilegales para capturar
el poder local o para acceder al poder nacional. Incluso líderes
respetables del país acuñan la frase de que no hay delitos de
sangre y si no hay condenas judiciales sobre un candidato no se le puede negar
el aval. Es un argumento insólito. Podría ser el único país del mundo donde lo
único que le impide a una persona representar a un partido es la inhabilidad
judicial. Bajo ese criterio los representantes legales de los partidos, sin
pudor alguno, les reparten avales a personas investigadas o a los familiares y
allegados de los encarcelados o condenados para que, apoyados en las
estructuras políticas forjadas con la ayuda de los ilegales, sigan gobernando
por interpuesta persona. No se atreven a perder los ríos de dinero y los votos
cautivos que aportan estas fuerzas oscuras de la política.
Uribe ha sido reducido a un 12 por ciento de la votación nacional. No es
poco. Aún lo acompaña mucha gente que cree en sus ideas de derecha y marcha
tras su carisma, también uno que otro heredero de la parapolítica. Debía darse
por bien servido. Pero no. Ha dicho que el Congreso es ilegítimo. Denuncia
trampas. No se da cuenta que son las mismas trampas y los mismos tramposos que
le ayudaron con no menos de 2 millones de votos en 2002 y en 2006 para llegar a
la Presidencia. Me imagino la risa burlona de esos viejos amigos del senador
Uribe.
Columna tomada de: http://www.semana.com/opinion/articulo/leon-valencia-elecciones-agridulces/380565-3
COMENTARIO:
En las elecciones del
2002 se comprobó la ilegalidad de las votaciones, la ayuda de los paramilitares
en la compra de votos y el apoyo de los corruptos infiltrados en el gobierno,
unas elecciones que para nuestro país es democracia, es consecuente que en las últimas
votaciones los partidos tradicionalistas ocuparan grandes curules ,la magia de
la política, un desorden social y
cultural de un país en decaimiento de la democracia y la voz del pueblo.
La labor de algunos de
los políticos que durante años han buscado el cambio y la mejora continua de nuestro país, no ocupen
cargos en el gobierno y sean desplazados por votaciones ilegitimas de
candidatos que solo pretenden una obtención de capital o la compra de grandes
industrias a su nombre con el dinero del pueblo.
La consulta del
partido sorprendió al país, Peñalosa candidato del partido verde a la
presidencia, en un marco de millones de votos. Esto nos podría llevar a pensar acerca de su desempeño como alcalde de Bogotá. Uribe
por su parte desanimado por no obtener el cargo esperado afirma que las elecciones del domingo fueron comprados votos, y los integrantes del
senado se encuentran confabulados en su contra, no hay que olvidar que esos
mismos a los que culpa lo apoyaron para la re elección. El juego de la ruleta
del que más influencia tenga, obtendrá un puesto en el gobierno.
¡Que gire la
ruleta que el juego continúa.¡
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